lunes, 2 de mayo de 2016

Cómplices ergo culpables...

Por: Sir Lucky Dube
CIUDADANO Y COMUNICADOR

"Cada generación, dentro de una relativa opacidad, tiene que descubrir su misión, cumplirla o traicionarla… Hay que abandonar la costumbre, ahora que estamos en el corazón del combate, de reducir al mínimo la acción de nuestros padres o fingir incomprensión frente a su silencio o su pasividad." —Frantz Fanon.

Cuando era más joven, que por definición quiere decir más estúpido, tenía la mala costumbre de argüir casi con dedo acusador a quienes me sacaban un mínimo de diez años, generalmente culpándoles de ser excesivamente pasivos y displicentes con la situación sociopolítica del país. Parapetado tras la excusa de ser demasiado joven para ser cuestionado por nadie, hallaba culpables a mis mayores del hecho de dejarnos en herencia un país tan fatídicamente desgraciado. Luego, con el paso de los años, y gracias –o por culpa– de una combinación de factores, terminé cayendo en la cuenta de que yo también me estaba haciendo mayor, lo cual significaba que empezaba a ser cada vez menos víctima y cada vez más cómplice, más culpable. En poco tiempo, serían otros los que tendrían el derecho a cuestionarme, exigirme o señalarme con el dedo acusador. Comprendí, entonces, que era el momento de que yo –como todos los de mi generación– debíamos descubrir nuestra misión para cumplirla o traicionarla.

En efecto, soy de la opinión de que llegados a este punto, con todo lo que sabemos, con todo lo que ha ocurrido, y con todo lo que sabemos que sigue ocurriendo ya no podemos llamarnos víctimas. Salvo los niños, ya casi nadie es inocente. Somos irresponsables, ignorantes, cobardes, displicentes, colaboradores, acomodaticios, palmeros y, en muchos casos, deliberadamente analfabetos… deliberadamente desinformados. Pero inocentes ya no somos ninguno.

Si volvemos la vista atrás, recordaremos que buena parte de lo que hoy pudiera llamarse oposición guineana vivió su momento álgido entre principios y mediados de la década de los ‘90. Los resultados electorales obtenidos por la coalición POC demostraron a Obiang que una contienda electoral, llevada a cabo bajo elementales condiciones de igualdad entre él y la oposición política de entonces, tendría como resultado una derrota sin paliativos para Obiang y para su secta. Ese fue el periodo de mayor represión política de  régimen. Activistas, líderes políticos, intelectuales y ciudadanos sospechosos a ojos del régimen fueron perseguidos por la dictadura. Las familias lo sufrieron colateralmente. Muchos ‘opositores’ fueron asesinados o encarcelados. La mayoría de los que hoy siguen en activo se exiliaron entonces. Otros incluso han muerto en el exilio. También fue entonces cuando varios pseudopositores, para saciar su hambre, cambiaron de bando por la vía del transfuguismo. Todo aquello sucedió hace más de 20 años. A partir de la segunda mitad de los ’90 el país experimentó un periodo de gran crecimiento económico, producción petrolífera mediante, lo cual fue fundamental para que Obiang fortaleciera y afianzara su posición. Con lo mejor de la oposición asesinada, encarcelada o exiliada, el dictador ha vivido con una placidez casi absoluta durante todo este tiempo… hasta ahora.

De alguna manera, la convulsión sociopolítica que se está viviendo estos días en el país recuerda a los años ’90 que acabo de describir superficialmente. Salvando las distancias –y las diferencias–, encuentro algunos paralelismos entre aquella época y la actual, lo cual, bien pensado, es bastante lógico habida cuenta de que, entre otras cosas, el dictador y sus secuaces siguen siendo los mismos: Unas elecciones fraudulentas de por medio, un ambiente político marcadamente crispado, detenciones arbitrarias a políticos y ciudadanos, censura, medios de comunicación expresamente intervenidos, etc. Sin embargo, en esta ocasión las cosas han ido mucho más lejos. La dictadura se ha superado a sí misma. Unos días antes de la votación, en la madrugada del 21 al 22 de abril, la sede del partido Ciudadanos para la Innovación de Guinea Ecuatorial (C.I.G.E), fue atacada por el ejército controlado por Obiang con gases lacrimógenos y munición real. Los gases lacrimógenos son  compuestos químicos que se utilizan  para incapacitar temporalmente a las personas mediante la irritación de los ojos y/o del sistema respiratorio, provocando una momentánea incapacidad sensorial, que desaparece al poco tiempo de cesar la exposición. Teniendo en cuenta eso, y dada la toxicidad –aunque momentánea–, la acumulación de esos gases en un espacio cerrado generó una situación de terror, confusión y pánico generalizado en el interior del edificio. A tal punto hubo pánico que algunos jóvenes, en el intento de abandonar el edificio trepando paredes, cayeron en el barranco situado en la parte trasera del recinto, quedando, muchos de ellos, heridos y magullados… Paralelamente al asedio, se produjeron detenciones y encarcelamientos de militantes del C.I en las ciudades de Malabo y Bata. Desde la perversa lógica de los gerifaltes de la dictadura, lo esperable era que tras consumarse su predecible ‘victoria electoral’ dejaran libres a los ciudadanos detenidos. Sin embargo, inexplicablemente, varios días después de las elecciones e incluso con el 100% de los votos escrutados y publicados por la Junta Electoral Nacional, seguía habiendo militares apostados alrededor de la sede del C.I y seguía habiendo civiles detenidos en las cárceles del Sr. Obiang…

Noticia positiva fue que el pasado 29 de abril todos los presos
fueron liberados, pero por si no habían sufrido lo suficiente, durante su estancia en la cárcel, los perros de presa del régimen propinaron a los detenidos sendas torturas y todo tipo de trato vejatorio. Mujeres con niños en periodo de lactancia fueron vilmente maltratadas, una joven embarazada sufrió un aborto como consecuencia de la paliza sufrida, algunas víctimas fueron directamente de la cárcel al hospital: caderas rotas y dedos destrozados a martillazo a limpio son sólo algunas de las lesiones sufridas por los ciudadanos a manos de los matones de la dictadura. Muchos han quedado incapacitados para trabajar... Así las cosas, cabe hacerse algunas preguntas que se antojan inevitables. Sabiendo como sabíamos todos que Obiang iba a ganar otras elecciones hechas a medida para que el dictador saliera triunfante, y con el líder del C.I incapacitado por el régimen para concurrir en las elecciones… ¿Qué necesidad había de torturar a la gente? ¿Qué necesidad había detener a civiles, algunos de los cuales son meros simpatizantes de la nueva formación política? Y, sobre todo, ¿Cuál es el nivel tolerancia a la barbarie y a la humillación del pueblo de Guinea Ecuatorial?

Dado su pasado en el ejército de Obiang, sumado al hecho de que yo en milagros creo más bien poco, debo decir que el Sr. Gabriel Nsé Obiang, líder del C.I, no es precisamente santo de mi devoción. Le considero un potencial dictador. Dicho esto, es de justicia reconocer que su irrupción en la escena política nacional ha servido para poner de relieve algo que era un secreto a voces: el pueblo de Guinea está de Obiang hasta los mismísimos. Sólo en los años ‘90, cuando la POC, el pueblo guineano expresó de forma tan manifiesta su deseo de librarse del infame dictador. Se acudía a mítines, se afiliaba a partidos, incluso se asumía los riegos inherentes al hecho de reconocer públicamente la pertenencia a un partido de la oposición. Eran otros tiempos… Algo parecido, aunque en menor medida, es lo que ha suscitado el C.I llenando los recintos donde Nsé Obiang pronunciaba sus discursos. También es verdad, dicho sea de paso, que son la pobreza y el hartazgo, y no el análisis ni la reflexión lo que convirtió a muchos en militantes acérrimos del C.I. Cabe señalar también, que la aparición de medios alternativos de información como Macuto y Rombe; la notable mundología adquirida por el guineano medio en comparación a lo que era esa sociedad hace 20 años; la recesión económica por la que está atravesando el país en términos de precariedad laboral o incrementos de índices de delincuencia, vandalismo y crimen son, entre otros, factores que han ayudado a que el grado de concienciación de guineano haya ido en aumento de un tiempo a esta parte. Aunque todavía estamos lejos, o eso me parece a mí, de protagonizar un alzamiento popular organizado, decidido y pacífico. Creo que lo sucedido con los civiles detenidos merecía una reacción mayor por parte nuestra, del popolazzo. Y no hablo de valientes mártires sino de gente que actúe con reflexión y organización. Lo contrario nos hace cómplices de nuestra propia desgracia.


Ahora, por si quedaba alguna duda, ya deberían saber los ilusos cómo obra una dictadura cuando se siente ligeramente amenazada: gaseando a los ciudadanos. Y cuanto más amenazada se sienta más cruel se volverá. La dictadura necesita más que nunca que el miedo sea el agente paralizador de la sociedad guineana, porque nuestro miedo es su arma más poderosa. Nuestro miedo y nuestra estupidez, nuestra incapacidad para entender y comprender que lo que toca ahora es concienciarse, organizarse, levantarse y pelear hasta librarnos de tan infame régimen… Siempre hubo en todas las generaciones, hombres buenos que lucharon como y hasta donde pudieron. Y aún hoy los hay. No es fácil la vida de quien se opone a un régimen totalitario. Pero no es menos cierto que nuestros mayores, hablando en términos generales, cedieron con demasiada facilidad, fueron pocos los que eligieron luchar. Ahora, son la historia y el curso de los acontecimientos los que nos conminan, a los guineanos de este tiempo, a averiguar qué queremos hacer. A descubrir nuestra misión. Nos toca elegir y decidir… cumplir o traicionar.

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